MURAL ARBOLARIO. METROARTE – PRENSA

Prensa

MILES DE ÁRBOLES EN EL SUBTERRÁNEO

Su Arbolario de la estación Bellas Artes del Metro, son los árboles del inconsciente colectivo. Eliana descubrió al ejecutarlo que cada persona tiene un árbol en la mente o en el corazón. Es un arquetipo universal y puede decir de nosotros más de lo que sabemos de nosotros mismos. La obra fue inaugurada en marzo del 2004. «Yo creo que en mi caso, más que talento hay una persistencia tremenda», confiesa ella – lo demás: una sonrisa suave, un gran espejo, un café exprés en Providencia. En su figura se impone un gran anillo blanco, de hueso, con forma de pez, ella es Piscis, y quien dice si entre un árbol y un pez no haya conexiones milenarias. Su relato tiene la fluidez y la intimidad de los relatos femeninos: un estilo fresco y natural de hablar de arte. Alta, delgada, alegre, vital, frisando la cuarentena como diría Vargas Llosa, durante tres años se lanzó casi ciegamente a una obra impensada: la construcción de su gigantesco Arbolario, que es como un arbolario del alma colectiva chilena. Ni más ni menos. La obra bordea los mil árboles, y desde el 2004, es la primera instalada en la Estación Bellas Artes. La historia secreta de esos árboles públicos tiene la emoción de las sagas familiares.

LOS ARTISTAS PREFIEREN EL NEGRO *** ((Nota para el diseño: poner entre el texto, los árboles a los que se refiere Eliana Simonetti))

Los árboles: unos contra el viento, otros totalmente girados. Hay uno ineludible, totalmente negro. «Los artistas usamos mucho el negro, sobre todo los grabadores. Es fuerte, dramático, simbólico-dice-. Aquí se puede apreciar». «Entre los pintores el color adquiere mayor protagonismo, son más agresivos con el color, si tu quieres. Mira, éste es de un pintor». «Está la lista de todos los artistas que colaboraron, en la placa referencial a un costado del mural: José Balmes, Gonzalo Cienfuegos, Hernán Puelma, Benito Rojo, Jaime Cruz….. ¡Sabes que pasa?, el negro es muy directo, profundo, inquietante, pero siempre con gran contenido. -Y en cada cultura el color tiene un simbolismo diferente ¿no? Puede que haya variaciones, pero los simbolismos son bastante universales. Mira este me mató. Tiene mucha fuerza. Creo que es de Pablo Mayer, que trabaja mucho con el blanco y el negro. El grabador Jaime Cruz también hizo uno negro como si usara un buril y mira como sobresale. Este es de un pintor ¿te fijas que al negro le agregó color azul en su parte inferior? Y éste, es como un vendaval en azules y grises, es el más diferente, creo que no hizo un árbol, hizo lo que se le antojó. Y éste de Hernán Puelma el escultor, es como un árbol icono, hizo una escultura. -Aquí hay un álamo hiperrealista. Claro. Es que hay arquitectos, diseñadores, fotógrafos, cineastas, todas personas relacionadas con el arte. Hay de todo… y entre hombres y mujeres, yo creo que está miti mota la cosa…. Yo quería que la persona dibujara «su árbol», ese que pone en todos sus dibujos, el del colegio, su figura primigenia del árbol –agrega ella, desplegando su obra impresa en la portada del catálogo de la exposición donde se exhibió por primera vez. Los dibujos fueron mi alimento para mis futuros trabajos. Esto
fue así: ¡Paf! Por ejemplo: ahora, te habría dado un block, lápices de color o negro y pedido que dibujaras tú árbol».

No fue, como algunos pensaron, un símil del test de Rotschard, yo no sabía de que se trataba, pero más de alguien me preguntó si era para psicología. En la inauguración de la exposición los sicólogos que asistieron lo observaron con gran interés y muchas personas pidieron que les interpretaran su árbol. Cuando los clasificaba –cuenta-, y ordenaba para ver cómo los iba a colocar, traté de agrupar los más parecidos, pensando que serían iguales, ¡y no tenían nada de iguales! Al compararlos las diferencias eran enormes.» Su trabajo fue recolectarlos, clasificarlos e intervenirlos. «Todos están intervenidos posteriormente por mi. Estas especies de marcos que les hice alrededor, definiendo la forma que tenían, si eran circulares, o espigados, o acampanados…y el color que utilicé, tiene que ver con las estaciones del año. Esta foto corresponde a la maqueta que hice del mural». Luego de la maqueta, construyó el Arbolario y lo expuso en 1999 en la galería de arte Isabel Aninat, no en su interior, sino en la fachada: «Se veía imponente. Era «-la portada del libro-, que coincide, efectivamente, con la portada del catálogo», como escribió Justo Pastor Mellado en el catálogo de la muestra». «La idea mía con estos árboles, que formaban un conjunto representativo del imaginario colectivo, era armar un calendario con las cuatro estaciones del año, rodeado con una guarda como las de los gobelinos, donde estarían los árboles de artistas y al centro los de personas comunes». «Hay árboles chicos, otros enormes, con o sin hojas, con o sin raíz, árboles tristes, pero también árboles con frutas, con flores, con color. Sí, finalmente yo creo que trabajé con el ser humano». -¿La gente no puede mentir al dibujar un árbol? En ese momento no podían mentir, porque les pasaba los materiales (a todos por igual), y tenían que dibujarlo delante mío. No se lo podían llevar, no tenían tiempo de pensarlo mucho, no podían ver los otros, ni copiar, no podían nada. Y me llamó mucho la atención que casi nadie se negara.

ES MI DIARIO DE VIDA En el mural del Metro, las estaciones del año están definidas a través del color. Es parte de la lectura casi inagotable de este bosque de dibujos. «Puede haber un árbol con flores en el invierno, al mismo tiempo que algunos sin hojas en verano, el color que los envuelve…… mira ¡olvídate, es como un diario de vida!» «¡Mi diario de vida! Donde estuve, donde viajé, con quien conversé…. durante esos tres años de peregrinaje artístico. Hay árboles dibujados en aviones, trenes, en la calle, restaurantes, árboles de indígenas del parque nacional Yosemite en San Francisco, árboles de gondoleros en Venecia, azafatas, maleteros de trenes … «En este minuto yo tendría a toda la gente en esta cafetería dibujando árboles en mis croqueras.», sonríe. Eliana cuenta que su mamá era paisajista. «Ella murió. Trabajó toda su vida con las plantas, pero eso nunca me interesó. Siempre me decía trabaja conmigo, ayúdame, tu eres arquitecta, dame una mano en la arquitectura de los jardines. No me gusta, no me interesa». -¿Porqué tanta resistencia?
Es que uno tiende a buscar su metro cuadrado, su identidad, porque, cuando tienes madres maravillosas, muy perfectas, muy claras en lo que hacen, la forma de autodefinirte es crear distancia. Me mostraba sus flores, yo no las pescaba mucho, tenía unas flores increíbles. Gracias a Dios, tengo varias que me regaló y que hoy alegran mi jardín. Esa distancia finalmente generó….el Arbolario. Ella escribió varios libros sobre plantas –agrega-: Jardinería Básica, Plantas de Interior, Arbustos. El de árboles lo tenía casi terminado y nunca lo hizo. Y yo le decía mamá, tu libro de árboles., cuando lo vas a terminar, te falta tan poco. Entonces cuando hice la exposición, le mostré el mural y le comenté: te diste cuenta que yo lo escribí. Finalmente uno vuelve al nido, cuando haz logrado conocerte a ti misma y tener seguridad. Murió a los 76 años y de un día para otro. Un cáncer que debe haber tenido sin darse cuenta. Mi mamá estaba estupendo, era un avión, nunca tuvo facha de de bisabuela, nunca, para mis nietos ella era la abue y yo la Eliana. Era genial, tuvo una tienda de plantas de interior e importaba jardineras autorregantes, fue una mujer súper aterrizada, sabía más de computación que yo, tenía lo último en tecnología, una biblioteca abundante, muy acogedora, por lo que sus nietos pasaban en su casa y llevaban a sus compañeros para hacer las tareas allá. De verdad es un ejemplo difícil de seguir. ERA MI MANERA DE ESCRIBIR -¿En los últimos años, después de su muerte, en ese límite, fue cuando comenzaste el tema del árbol? No, ella fue a la inauguración, y estaba perfectamente bien cuando expuse. Por eso le comenté mamá, te diste cuenta que yo escribí tu libro, y así se cerró el círculo. Fue mi manera de escribir. Ella me decía «tanto que me la peleaste, tanto…» Sabes que ni yo sabía que estaba haciendo eso. Partes sin tener idea para donde vas. Me acuerdo que estaba en mi taller con una muy buena amiga, artista también, Ana María Navarro, y le digo ¿porqué no me dibujas un árbol? Dibujó tres en un block y puse uno en el mural. Con unas pocas rayas y unos detalles verdes, podían ser interpretados como cualquier cosa. Le dije: oye, ¡sería entretenido saber como es el árbol de otras personas! Sí me contestó sería bonito. Pocas personas conocen «su» árbol comentamos. «Si tú me preguntas a mi, yo no tenía ninguna idea. No habría sabido que árbol dibujar. Para mi árbol era más una palabra que una imagen.». -Le comenté, cuando yo era chica escalaba árboles y panderetas porque quería ser trapecista. Juraba que era cuestión de ponerle empeño. (Se ríe) ¡Pero si todo es cuestión de ponerle empeño! Imagínate yo, partí con la pintura seis años antes de Arbolario. Primero fui arquitecta, ejercí diez años, pero nunca hice detalles constructivos, nunca llegué a esa etapa, siempre trabajé en la etapa posterior al anteproyecto, para diferentes oficinas. Estaba empezando, era joven, estaba criando a mis hijos, cuatro, que hoy son adultos.

-No estabas en una tierra de nadie entre la arquitectura y la pintura? No. Yo no sabía que iba a ser pintora, nunca supe. Alguna vez pensé: que rico sería llegar a una edad en que pueda ir a pintar en la loma de un cerro. De niña me encantaba copiar los monos de historietas, nada más. Pero como me gustaba el dibujo pensé estudiar arquitectura. En realidad soy pésima para el dibujo, pero al menos no soy enemiga del lápiz.
-La gente joven se sienta en las escaleras, frente al Arbolario en la estación Bellas Artes, y se siente como en su casa, en ese lugar. Carmen Muñoz Hurtado en su comentario del Mercurio decía…»al incorporar en su escena a «un otro», su iconografía se aparta de la práctica solitaria de la pintura, para acercarse (a modo de metáfora)) a la práctica solidaria de la «oralidad». Es una obra colectiva, una obra de personas iguales a ellos. Y pasa lo que tu dices, se quedan enredadas como en una telaraña y la observan por mucho rato, con gran atención. Recorrimos muchas estaciones buscando un lugar que nos gustara, descubrimos con mi marido Alvaro Donoso, arquitecto a cargo del Proyecto y la Instalación, el muro donde hoy se encuentra. Lo vimos y pensé, este muro debe tener las mismas dimensiones de mi Arbolario, lo tranqueamos y era del largo y altura necesarios. El lugar no tenía destino todavía y me fascinó la cercanía que tendría el mural con las personas, ya que ocupaba de suelo a cielo, pudiendo ver la totalidad, al mismo tiempo que los mínimos detalles. La obra en esa ubicación se transformaba en un eslabón entre el mundo subterráneo con su circuito MetroArte y el sector de los Museos en el parque. Sería el nexo entre ese parque maravilloso que podía estar abajo de la ciudad simbolizado en Arbolario. Las personas que utilizan esta estación tienen una sensibilidad especial al elegir vivir en un sector con una bella arquitectura, cerca del parque y de los museos. La obra conectaría dos mundos aparentemente antagónicos. -La modernidad, la tecnología, el subterráneo, y la naturaleza, el sol, el pasado. Como la estación era la correspondiente a los museos, necesitaba su aprobación para instalar la obra en ese lugar. Todo resultó bien. Alejandro Molina que colaboraba conmigo, gestó las entrevistas y obtuvimos una carta patrocino de ambos museos. La acogida de Francisco Brugnoli y Milan Ivelic fue excelente.

CUANDO TENÍA MIL ÁRBOLES «Estoy feliz de que esté en un lugar público y por el cual transitan muchas personas. La obra es muy grande y aunque Salustiano Casanova me prestó un lugar para guardarla, más tarde o más temprano se habría deteriorado por completo

-Y no alcanza el tiempo para verlo completo. Imagínate, hasta el día de hoy no logro retener la ubicación de los árboles de cada persona y eso que tengo la maqueta en mi taller. Pero, la gente pasa muchas veces por el mismo lugar y si no lo alcanza a ver un día, al siguiente vuelve y mira nuevamente y mira de otra forma. Cuando junté mil árboles pensé ¡¡qué hago con todo este material!, y de repente me lo imaginé, lo ví en la fachada, presidiendo la exposición en la galería de arte Isabel Aninat que ocupaba los dos pisos y me lo permitieron. Fue la primera vez que mostraba mis obras, era el trabajo de cuatro años, tenía todo este material, hice la maqueta escala 1:50 para tener claro lo que haría y trabajé dos meses sin parar, en el suelo, después arriba de una escalera, hasta terminar la obra a escala real.

-¿Tuviste alguna ayuda externa? Sin ayuda no habría podido realizarla, ya que por sus dimensiones demandaba mucho esfuerzo físico. Víctor Terraza y Domingo Avilés ambos maestros con gran oficio fueron como yo digo, mis brazos. Y sabes, además tuve que arrendar un taller de más altura que el mío, que era el taller de Cuca Burchard, ubicado al fondo del patio de su casa. Había un perro que me cargaba, y yo era ahhhh, ¡me cargan los perros! Siempre les tuve miedo, desde chica, si se me acercaba uno ¡empezaba a transpirar helado! y lo correteaba si es que no era muy grande. Al final adoré al perro, me meneaba la cola cuando entraba, miraba por la reja mientras yo trabajaba y me acompañaba hasta la puerta cuando me iba, entonces ¿cómo te niegas a eso? Al terminar la obra, cuando me iba definitivamente, quise hacerle cariño y retrocedió asustado, me dio una pena terrible, parecía un niño. La vida te va quitando los miedos que arrastras, y los niños te ayudan en eso. Mis nietos me han obligado a superar muchos miedos para poder transmitirles seguridad, y terminas tomando hasta arañas con la mano, descubriendo dentro de ti la capacidad para sobreponerte y vencer tus fantasmas. Descubrir y acercarme a la naturaleza, percibir sus cambios, sentirme parte de ella, ha sido el gran cambio que ha generado en mí, la pintura. Ahora que mi madre no está, he aprendido a meter las manos en la tierra, me preocupo del jardín, de las plantas, podo, desinfecto, les hablo, todas cosas que nunca pensé que haría. Cuando ella decía, las plantas sufren, hay que conversarles, me parecía casi ridículo. Talvez para mi no era tema porque era su mundo, ahora que no está, se ha convertido en la forma de recordarla, de poner en práctica sus enseñanzas, de descubrir algo que ella descubrió mucho antes, que todos somos parte del mismo universo, una visión cosmogónica que ni ella sabía que la tenía.

EL CARRETE DEL CORAZÓN Como la obra se colocó en un subterráneo tuvimos que impermeabilizar y proteger la tela por atrás para evitar que las posibles filtraciones la dañaran, explica Eliana. Además el muro es curvo, por lo que hubo que adaptar la obra a la curvatura existente y sin que se notara. «Y los pernos ¿viste los pasadores? -pregunta-. Son de acero inoxidable y supieras lo que costó hacer que coincidieran las perforaciones del cristal con las del mural. Fue un trabajo muy bien hecho. El zócalo de acero inoxidable, la calidad de la luz para que no hubiera mucho reflejo, los cristales, su traslado»…Sin un arquitecto que pensara en todo eso, que hiciera los planos, los detalles, esa parte habría sido imposible.

-En ese proceso final, ¿el artista que hace, solamente supervisar? Si, ver que la obra se vea como se pensó. Pero previo a su instalación, tuve que limpiarla y reacondicionarla, para lo cual el Metro nos facilitó un galpón enorme en la ex Estación de San Eugenio de Ferrocarriles. A continuación, se declara «saltimbanqui»: «De repente hago escultura, luego grabado, pintura, objetos… En la última exposición eran casi todas cajas con objetos en su interior, especies de capillas, o sagrarios, y porque no, nichos de tumbas». Expone en Puerto Varas, luego en Viña, luego nuevamente en Santiago: está en plena acción.
«Yo creo que cuando uno nunca ha pensado ser artista y comienzas a los 45 años, el carrete que tienes acá (señala el corazón) es tan potente, que cuando abres la válvula el chorro sale a mil». «Admiro mucho a los artistas jóvenes, que están comenzando y tienen una propuesta personal definida y profunda. La verdad es que ellos están iniciándose en la vida y en la creación, sin haber «vivido», sin haber experimentado y para eso tienen que ser muy talentosos. En mi caso, yo creo que hay una persistencia tremenda y mucha espera acumulada». Y mucha cultura acumulada. Mucho viaje, muchas miradas, muchas experiencias vividas, muchas historias. Todo eso da un background. En este minuto estoy haciendo pintura sobre grabado y comenzando una serie de pinturas utilizando collage que mostraré en mi próxima exposición. En el taller está el alma de uno.

(Destacados)

Primero fui arquitecta. Yo no sabía que iba a ser pintora, nunca supe.

Quise poner la obra en un lugar donde pasara mucha gente y que estuviera muy a la mano.

¡Es mi diario de vida! Dónde estuve, donde viajé, con quien conversé…. durante esos tres años de peregrinaje artístico. Hay árboles dibujados en aviones, trenes, en la calle, restaurantes, árboles de indígenas del parque nacional Yosemite en San Francisco, árboles de gondoleros de Venecia, azafatas, maleteros de trenes…