ELIANA SIMONETTI: MITOS DE ORIGEN
En otro lugar ya he sostenido que la pintura de Eliana Simonetti es una pintura táctil, determinada por un efecto de superficie que la sitúa en la filiación de una cierta tradición matérica, por no decir informalista, en el arte chileno. Una primera etapa de su trabajo estuvo asociada a la formalización de lo informe, con una consecuente respuesta tensional de informalización de formas elementales. En una segunda etapa, desarrolla la informalización, pero dotando a sus formas elementales de origen un atributo emblemático de mayor consistencia. En este gestual -como ser, efectos indiciales con predominancia de la huella-, pasan ahora a convertirse en mitos terminales explícitos, habiendo adquirido una carga narrativa que pone en ejecución escenas arcaicas de la pintura. Me refiero al rol que han pasado a jugar dos modelos ideológicos de referencia: el santo sudario y el paño de la Verónica. Estos modelos reclaman la presencia de los pliegues, como huellas de un drapeado fundamental que cubre el cuerpo crístico, como origen de toda figuración. La paradoja es que el proceso hacia la figuración, en Eliana Simonetti toma el camino de una irresolución razonada, que manifiesta su deseo de figuración en el mismo momento que escamotea el acceso a ella.
Particular importancia cobra en esta operación la referencia a vestigios vestimentarios incorporados a la escena del cuadro, que recuerdan otros casos de incorporación excluyente, de fines de los años sesenta en el arte chileno. De ahí que su filiación la haga pensar en la posibilidad de nominar su campo como el de un neo-informalismo. Esta denominación es inexacta para rendir cuenta de un fenómeno complejo. Las polémicas plásticas de la década del noventa no son las mismas de los años sesenta.
Las cuestiones que están en juego involucran, hoy día, aspectos institucionales sometidos a una nueva escena de interpretación histórica.
Sin embargo, en términos utilitarios se ajusta a la tipificación de una intensión estratégica de trabajo con las materias que la sitúan en la filiación de Fautrier y Tápies. Ambos, nombres que indican más que nada un espacio de preocupaciones análogas, más que influencias efectivas. Lo que hay que preguntarse, es por que Eliana Simonetti persiste en avanzar contra la corriente, en una coyuntura dominada por un nuevo tipo de figuración narrativa.
Existe otro aspecto, que no es menor, en estos trabajos. Me refiero a la necesidad progresiva de instalarse fuera del cuadro. Esto tiene una conexión ineludible con los trabajos de incorporación vestimentaria en el espacio del cuadro, a los que ya he hecho mención. Esto obliga a realizar una enumeración exhaustiva de las incorporaciones que realiza Eliana Simonetti, como respuesta a una ausencia de huella somática, pero que reclama mediante signos y materias alusivas. Esto es lo que permite sostener que las ensoñaciones matéricas de Eliana Simonetti reclaman nuevas expansiones que redoblan el sintagma del santo sudario, mediante la construcción de dispositivos cercanos a las artes de la sepultación.
Lo anterior se puede apreciar de manera más precisa en su trabajo gráfico, donde abunda la proliferación combinatoria de una misma matriz de grabado en metal-aguatinta-que simula el umbral de un nicho. Aquí se realiza una juntura simbólica muy potenciadora entre la mecanización de la imagen y la intervención gráfica de elementos incisivos sobre una capa de limo. Este gesto, en tamaño reducido conecta estos trabajos con las obras de su primera exposición, marcando así una coherencia ejemplar bajo una aparente dispersión de piezas que más que nada, hablan de su gran capacidad de trabajo.
Justo Pastor Mellado
Crítico de Arte
ELIANA SIMONETTI : PINTURAS
La investigación sobre los límites de la pintura no ha dejado de estar presente en el desarrollo del cuadro en la pintura chilena actual. Insistir hoy,en el contrapunto entre figuración y abstracción, nos parece un debate superado, más aún, cuando tanto en lo figurativo como en lo abstracto hace ya tiempo se entrecruzan las motivaciones matéricas, gestuales o de imagen, para convivir finalmente, en una propuesta.
En las obras de Eliana Simonetti la materia, representando lo físico, lo permanente, la brutal presencia de lo táctil, es decir, la inmanencia de los materiales desplegados, que conforman una «costra’, puesta en todos los confines del cuadro, proponen no un despliegue bidimensional plano, sino que el paso a una dimensión física o, mejor, a una dimensión real, donde la ficción y el ilusionismo quedan anulados. En las pinturas de gran formato de la artista se rigoriza el afán compositivo que divide el cuadro en zonas matéricas de gran densidad. Es como una puesta a punto de una serie de fisicidades de gran elaboración plástica, donde se conjugan por un lado el análisis y rugosidad de la materia, y por otro la presencia de métodos azarosos y accidentales, que quedan como muestra de una suerte de residuo de la Action Painting, donde se entra en consonancia con los acentos físicos y atmosféricos de la materia.
En la proposición que analizamos, las diversas materias se expanden con ritmo meticuloso, controlado, ya que la artista predispone una metodología analítica para distribuir las diferentes áreas físicas con las que organiza el campo visual.
Trozos de madera y también evocando cajas en las cuales se dispone, por ejemplo, tierra, o en otros una materia se separa de la otra por los pigmentos cromáticos utilizados, o en otros sacos crudos a la manera de un tapete, organizan planos, cuadrados o rectángulos, estructurando más una composición geométrica que un informalismo fuera de control.
Cada fisicidad pareciera presentarse con sus cualidades originales, conviviendo con otras áreas en las cuales la materia ha sido cubierta con color, disponiéndose así un campo matérico-pictórico que invita al espectador a entrar en la trama del color como cita y como desplazamiento de la pintura de caballete.
En estas obras, técnicas y materiales son reivindicados como componentes constitutivos y no simplemente como elementos instrumentales de la experiencia artística, y se desarrollan según una relación triádica hombre-utensilio-materia. Desde aquí podemos señalar la ecuación nuevos lenguajes/nuevos materiales, ya que estas obras no se limitan a convertirse en un producto tradicional consagrado por la estética del cuadro y sin estar sometidos al sistema de un esquema rígido de exclusiones prejuiciosas.
En estas pinturas se produce una aglomeración de materiales y sistemas manuales, donde tintas, signos, escritura, no desdeñan ninguna experiencia técnica o artesanal.
La experiencia cromática no se da en estas obras desligada de la materia, más aún, lo cromático lo entiende solidamente incorporado en un medium dependiente del modo que este está manipulado.
Las obras de Eliana Simonetti son una proposición descalzada de la atmósfera general de la pintura chilena, ya que esta en términos generales, está en la representación, la imagen y la expresión que fluye, fundamentalmente, de mitologías personales. Sirvan estas pinturas para reflexionar sobre la amplitud imaginativa y polémica de las proposiciones que se presentan ante nuestros ojos.