Curatoría – Arbolario II –

Eliana Simonetti nos propone una búsqueda propia, en un lenguaje artístico que sintetiza hasta llegar a una simbología fundamental, aspectos esenciales de la existencia humana. La vida, el entorno, los objetos cotidianos, la muerte, dan cuenta de una lectura escatológica, sublime, que por medio del arte nos sugiere interrogantes profundas.

Podemos hablar del memorial, lapidario, contexto, síntesis de conceptos que dan cuenta de la perspectiva estética que inspira la creación de Eliana. El estudio de la imagen en sus diferentes estados la referencia al cambio paulatino y permanente, la materialidad del soporte, la conjugación de pequeños elementos que se componen en un todo, son parte del imaginario versátil, que plasma árboles, tumbas, recuerdos, mascotas, personajes, sensaciones de tiempo y especialidad, una suerte de ritual estético que combina la recopilación de experiencias de muchas personas, con la visión en perspectiva personal que le imprime la artista a su colección.

Así, la obra de arte para Eliana Simonetti adquiere un sentido místico, en la raíz etimológica del concepto, que nos invita a develar misterios que rodean la humanidad y la acompañan, por sobre la frivolidad y lo pasajero. Son los fundamentos inmanentes a lo humano, las trascendencias filosóficas que se manifiestan en nuestro acaecer, que se nos presentan en la sinceridad de lo gestual, en la decidida aplicación de la materialidad que entra en comunicación con el espectador, para dialogar con él las dimensiones ontológicas que ella propone a través de un mensaje sincrético, pleno de vestigios, homenajes y símbolos, cargado de sentimientos que se nos ofrecen directos en la orgánica compositiva de su obra.

La propuesta es, por tanto, un diálogo imbuido de nuestro tiempo, de existencialismo y devenir, planteado en una magna síntesis, que aparece recoger desde aquellos aspectos más ancestrales del hombre hasta los simples que nos rodean e la vida urbana actual. Una proposición para intercambiar nuestras propias experiencias con las de la artista, y forjar el diálogo que es, por excelencia, el sentido último de toda obra de arte.

Jorge Salomó Flores, 2004.